
Quería jugar al despiste para que, con el título del artículo, creía que todo el mundo ya se imaginaría de qué pie calzaba el texto y desde qué perspectiva ideológica estaba escrito. Por este motivo, buscando el choque de expectativas, había pensado que empezaría diciendo que era una noticia lamentable que el GOB Menorca conmemore, este 2017, sus primeros cuarenta años de existencia. Así, contundente y desconcertante a la vez: una noticia lamentable. Después, siguiendo por este camino, quería explicar la decepción que suponía que una entidad como ésta aún aguantase, después de tanto tiempo. A continuación, sin embargo, fiaba enderezar la cosa comentando que la no existencia del GOB Menorca habría implicado que, en la isla, no habría habido ninguna problemática relacionada con el medio ambiente, lo cual, evidentemente, no sólo no se ha dado nunca sino que la tendencia ha sido justamente la contraria. Quizá quería hacerlo demasiado complicado, pero al final todo debía confluir, evidentemente, en lo que persigo desde un primer momento: elogiar la entidad ecologista menorquina y celebrar su cumpleaños. Como la realidad isleña cada día nos presenta nuevas amenazas y retos que inciden en el uso de los recursos naturales, no sólo necesitan el GOB Menorca sino que hoy es un lujo del que, los menorquines, no podemos prescindir. Lo diré con otra frase tópica: si no existiera, habría que crearlo.
Seguir la trayectoria del GOB nos ayuda a seguir la historia social y económica de la isla durante las últimas cuatro décadas, desde una una perspectiva, además, que nos permite poner nombre y apellido a unos elementos que, en su momento, no se acababan de entender por falta de distancia crítica. Por ejemplo, a pesar de que nació acunado por el Ateneu de Maó y en el contexto del intento de urbanización de la Albufera des Grau (lo que se tenía que decir Shangri-là), para mucha gente, al menos durante los primeros años de existencia, el GOB ha sido visto como una secta de hippies peludos que nadaban desnudos. Lo exagero, es verdad, pero quiero decir que el ecologismo y, sobre todo, los ecologistas, eran vistos como un colectivo marginal y extraño, a partir de una imagen llena de tópicos, en un contexto muy movido política y económicamente como era el de los últimos años del franquismo y los primeros de lo que vino después (los de la gran desilusión).
Hoy, sin embargo, podemos matizar las cosas (aunque todavía hay una serie de tópicos que perviven, sobre todo en algunas mentalidades protocavernarias) y situarlas en la perspectiva histórica adecuada, que ayuda a entender muchas cosas, como que el ecologismo nace , de la mano de otros ismos (el feminismo, etc.), con la llegada de la posmodernidad, en los años sesenta y que, esta toma en consideración respecto de las consecuencias que la actividad humana tiene sobre el planeta, se cruza , en este rincón del Mediterráneo, con una isla que ve como Mallorca y las Pitiusas sucumben al impulso de un monstruo llamado balearización que, a cambio de un beneficio económico a corto o, como mucho, a medio plazo, hipoteca para siempre el paisaje y otros recursos naturales básicos, con un poso detrás de corruptelas políticas que acaban derrochando dinero público en beneficio de intereses privados.
Sin el día a día del GOB Menorca se hace difícil de imaginar cómo sería la isla a día de hoy. Probablemente no se parecería en nada en el territorio que, turísticamente, se promociona a base de imágenes de arenales vírgenes, de arena blanca y aguas cristalinas.
He leído que Menorca se salvó, inicialmente, de toda esta vorágine destructora del territorio, porqué el régimen franquista mantuvo la isla castigada a no desarrollarse económicamente por haber sido fiel a la república hasta el último momento. Puede que sea cierto. Sea como sea, este desfase histórico permitió que, al ver los desastres que las políticas urbanizadoras implicaban en las islas vecinas, aquí se despertasen las conciencias proteccionistas, que se tradujeron en movilizaciones ciudadanas. Además, actuaciones tan groseras como las del alcalde Escudero y sus coadlàters con la especulación mahonesa, ayudaron mucho a consolidar esta sensibilidad en la población civil (Laura Piris lo ha estudiado a fondo, todo esto, y estaría muy bien que alguien se animés a publicarlo). El hecho de ver que se alcanzaban victorias, ni que fueran parciales (hoy, la Albufera no sólo no está urbanizada sino que es el núcleo de la Reserva de Biosfera), reforzó el ecologismo isleño y, más allá, hizo que la protección del territorio se convirtiera en uno de los rasgos de identidad de la sociedad isleña (muy por encima de la lengua, incluso).
Ahora bien, que Menorca inicialmente se salvase de la balearización no quiere decir que aquí no se cometieran algunos empastes grandes, como los hoteles de Son Bou o Cala Galdana, por citar los más mastodónticos e impactantes desde un punto de vista estético . No quiere decir que no llegara la industria insaciable del turismo (visite la exposición «Almon s’está como aquí» si desea profundizar). Pero hasta cierto punto, gracias al trabajo del GOB (y de otros colectivos, evidentemente: sin el Institut Menorquí d’Estudis, por ejemplo, nunca habríamos llegado a ser Reserva de Biosfera), la actividad económica que se ha ejecutado sobre el territorio isleño ha sido tutelada y vigilada por unos ojos sensatos que, en el momento en que se traspasan las líneas rojas básicas, movilizan la gente, sobre todo en la calle, para hacer oír la voz colectiva y detener las cosas antes no sean irreversibles. Sin el día a día del GOB Menorca se hace difícil de imaginar cómo sería la isla a día de hoy. Probablemente no se parecería en nada en el territorio que, turísticamente, se promociona a base de imágenes de arenales vírgenes, de arena blanca y aguas cristalinas.
Ecologismo responsable. Esta es la divisa. Ecologismo, responsabilidad y, añadiría aunque va íntimamente ligado, cordura. Porque el sentido común es el mejor antídoto contra la ambición febril y el egoísmo enfermizo de aquellos que, sin embargo, se amparan en un discurso (potenciado desde los medios afines) que intenta maquillar una visión de la realidad que sólo busca el beneficio propio. Como lo demuestra la brama, repetida hasta empalagar, de decir que el GOB es partidario del “no” a todo: no al progreso, no a la economía, no al turismo … ¿Quién programa estas campañas sabe perfectamente de la fuerza de los mensajes en negativo, porque suelen tener el rechazo social y, por este motivo, intentan vender una imagen del ecologismo como movimiento construido a la contra. El intento es tan malicioso como bueno de desmontar. En primer lugar, porque se fundamenta en una serie de mentiras basadas en un uso categórico de lo que sólo es parcial. El GOB no está en contra del progreso, de la economía o del turismo: está en contra de unos determinados tipos de progreso, de modelo económico o de turismo. Por tanto, y en segundo lugar, al no ser negaciones absolutas sino parciales, fácilmente podemos cambiar los argumentos y decir que el GOB dice “sí” al progreso, a la economía y al turismo, siempre y cuando no hipotequen el futuro de la isla. Y lo hace con unos argumentos sólidos que hay que tener en cuenta. Primero, porque desde Mallorca y Ibiza nos llega una proyección del futuro que nos debe ayudar a ver por donde no tenemos que ir. Y, segundo, porque el tiempo siempre ha acabado dando la razón al ecologismo responsable del GOB Menorca. Siempre. Lo que muchas veces habían sido calificadas como acciones contrarias al progreso de la isla (por parte de los verdaderos partidarios del «no» categórico e intransigente) se han acabado convirtiendo en piezas básicas que fundamentan nuestra realidad, asumidas con naturalidad por menorquines y visitantes y, incluso, por aquellas opciones políticas que, en su momento, no sólo no creyeron sino que fueron beligerantes.
Otra brama, bastante repetida, tiene relación con el supuesto partidismo de la entidad ecologista. Se ha querido hacer ver que la organización menorquina dictaba la política ambiental de uno o de unos determinados partidos políticos. Nada más lejos de la realidad, aunque esto no quiere decir que el GOB no haga política y que, efectivamente, busque influir en las políticas de partido. Evidentemente. Por que la gestión de la cosa pública no debe ser unidireccional (lo que supondría vivir en una democracia demasiado desvirtuada, mucho más aún). La transversalidad del ecologismo, en este caso, es más que necesaria, como fuerza con influencia efectiva, desde los diferentes ámbitos en los que actúa: desde la educación ambiental, donde se ponen los cimientos para construir una sociedad en la que los valores de respeto del medio ambiente sean claros, pasando por acciones concretas, como el vivero o centro de recuperación de fauna silvestre (en la que el GOB sustituye una tarea que debería haber asumido la administración pública) o desde la edición de libros divulgativos, por citar sólo unos pocos y variados ámbitos de actuación. Esta es la política del GOB.
Como la ambición depredadora de algunos, escondida bajo la piel de cordero del supuesto beneficio colectivo, sigue muy activa, la tarea del GOB Menorca sigue siendo esencial y necesaria. Ya va bien que alguien, con sentido común, nos recuerde qué hay detrás de los cantos embaucadores de algunas sirenas vendidas al mercantilismo puro y duro, inhumano. Y que lo haya hecho, incansablemente, en las últimas cuatro décadas, sólo puede ser motivo de celebración.
EL AUTOR
Ismael Pelegrí, miembro del Institut Menorrquí d’Estudis, IME.
Este artículo fue publicado en el blog Xalandria el día 15/07/2017
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