
Menorca tiene la suerte de poder prever en gran medida el futuro posible mirando lo que está pasando en las islas vecinas. El sistema es sencillo. Mallorca e Ibiza comenzaron antes la transformación turística, la han hecho con más rapidez y sufren, mucho más que los menorquines, las consecuencias de un crecimiento turístico sin límites. Con ejemplos tan cercanos no es difícil entrever donde podemos ir a parar si no tomamos medidas.
A principios de verano, la carretera de la zona de llegadas del aeropuerto de Palma se colapsó completamente. Sólo era el mes de junio, pero llegó tanta gente que todos los servicios se vieron superados. Lo decían incluso los transportistas mallorquines de pasajeros. Cada territorio tiene una capacidad y, cuando se supera, la cosa no da para más.
Este tema del alquiler turístico es uno de los debates de moda. Por un lado, está la gente que defiende que alquilar habitaciones o viviendas a los visitantes es una manera de hacer renta complementaria y de distribuir mejor el ingreso turístico. De la otra parte, hay quien recuerda que esto tiene consecuencias sociales y ambientales poco deseables.
Menorca también está incrementando de manera muy notable el número de turistas que están llegando. Se nos han juntado dos cuestiones que dan como resultado una bomba de masificación. Por un lado, la inestabilidad del mediterráneo oriental hace que algunos touroperadores desvíen clientes hacia Baleares. Por otra parte, el fenómeno del alquiler turístico se extiende como una plaga y dispara, sin estar previsto, la capacidad de acogida de la isla.
Este tema del alquiler turístico es uno de los debates de moda. Por un lado, está la gente que defiende que alquilar habitaciones o viviendas a los visitantes es una manera de hacer renta complementaria y de distribuir mejor el ingreso turístico. De la otra parte, hay quien recuerda que esto tiene consecuencias sociales y ambientales poco deseables.
Pasa a veces, que la suma de beneficios individuales se puede traducir en afectaciones negativas para la colectividad. Para evitar estas situaciones se hacen las leyes, pero a veces las leyes no están, o se incumplen de forma sistemática.
Para analizar el tema, puede que no se debería poner en el mismo saco aquellos que alquilan una habitación -o un vivienda- que aquellos que ponen a disposición de los visitantes docenas de casas o bloques enteros de pisos. Los hay de estos últimos, y son la mayoría de los que se anuncian en las plataformas digitales.
El fenómeno generalizado provoca un rápido aumento de los precios de alquiler. En Menorca ya hay muchos trabajadores durmiendo en zonas insospechadas de los hoteles. En Ibiza ni los médicos se pueden pagar el alquiler que les piden y han tenido que habilitar espacios de los hospitales para no quedarse sin profesionales. Toca decidir si este es el camino que queremos seguir. Porque, si no nos gusta, tenemos que reaccionar.
Cada persona que añadimos sobre la isla los meses de julio y agosto, tendrá unas necesidades en servicio de agua, en gestión de residuos, en abastecimiento energético, en espacio en las carreteras, en baño en las playas … en un momento donde todo ya se encuentra al límite. Efectivamente, la suma de beneficios individuales a corto plazo a veces provoca un resultado colectivo negativo.
Tanta suerte que, en esta situación, no se ha llegado a consolidar la apuesta de los mega cruceros del puerto de Maó. Los grandes cruceros -que también consumen agua y descargan residuos- son en buena parte responsables de las manifestaciones de turismofobia que se están observando en Mallorca o Barcelona. Cuando se juntan unos cuantos, vierten miles de turistas de todo incluido, que llenan las calles pero que ya lo tienen todo pagado dentro del buque, incluidos los souvenirs de cada puerto que visitan.
El proyecto de las escaleras mecánicas del Parc Rochina era un gesto al servicio de este modelo masificado. Era el resultado de confundir economía turística con número de turistas. Confiamos en que la alternativa de cruceros temáticos, que se está trabajando, permita mayor rendimiento económico y menor coste de saturación.
Nos espera un agosto de estar hasta la bandera. Unas semanas donde es previsible que algunos se desesperen por la sensación de colapso. Con el añadido de las previsiones de unas condiciones climáticas de altas temperaturas, que cargan aún más el ambiente.
Si queremos reconducir este camino que nos lleva hacia el abismo que ya vemos en tierras cercanas, hay que ponerse las pilas. Debemos conciliar privados intereses con intereses públicos. Debemos discutir qué sectores de turismo interesa recortar para frenar la masificación de la temporada alta. Una cosa es vivir del turismo y la otra es morir de éxito por él.
Las instituciones deben hacer su trabajo legislativo, gubernativo y de vigilancia sobre los acuerdos tomados. Y la ciudadanía tenemos que ayudar a eso que se llama la gobernanza sobre un modelo más razonable. Nos jugamos la calidad de vida.
EL AUTOR
Miquel Camps, coordinador de política territorial del GOB Menorca.
Este artículo fue publicado en la web de la entidad el día 20/6/2017
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