
Sólo desde la ignorancia o la maldad (bastante esparcida por el mundo esta última) se puede negar que la caducidad de los combustibles fósiles es una evidencia. Ante una tal realidad, el camino a seguir nos lleva a hacer la transición hacia las renovables para producir la energía a partir de los recursos naturales que, de forma ilimitada, nos ofrecen el sol y el viento. Nos jugamos el futuro y la salud del planeta. Hoy, los avances tecnológicos nos permitirían prescindir en gran medida del petróleo y de sus derivados. Pero el cambio de paradigma camina a paso de tortuga. Quizás tiene que ver el hecho de que las multinacionales que monoplizan el sector no quieren perder su posición de dominio, por mucho que el sol y el viento no sean de nadie, y no cambiarán su tendencia definitivamente hasta asegurarse de que siguen teniendo la sartén por el mango.
En las Islas, la realidad es desoladora. Los datos de consumo energético nos sitúan a la cola de Europa. Por un lado, en los últimos años hemos aumentado las emisiones de CO2 y la demanda eléctrica; por otro, sólo producimos un 3% de nuestra energía de manera limpia. Estamos muy lejos de los objetivos para 2020 que plantea la ya de por sí bastante moderada Unión Europea. Menorca se encuentra en pañales en esta transición, pero últimamente se ha empezado a trabajar en ella. Así quizás en un futuro a medio plazo se dará cumplimiento a un compromiso al que nos obliga la declaración de Reserva de Biosfera: es preciso ser sostenibles energéticamente. Y solidarios, evitando la externalización de la producción gracias a la cual nuestra limpieza corre a cargo de ensuciar en casa ajena. Estamos ante la paradoja de los coches eléctricos, muy ecológicos, pero que tenemos que cargar con electricidad producida en centrales que funcionan con combustibles fósiles. Hay que hacer que la energía limpia que se consuma en la isla se haya producido con limpieza.
No tiene ningún sentido tener la declaración de la Unesco sólo para poder vender la isla a los turistas. Estamos ante un error de base que hay que corregir, porque incluso entre los liderazgos políticos y económicos todavía hay quien no da más recorrido al programa MaB (Man and Biosphere) que el de crear una isla de postal para el consumo del sector terciario.
Al ser un país de dimensiones humanas, tenemos un espacio privilegiado para ser innovadores y marcar una nueva vía menorquina, en este caso hacia la transición energética. Deberíamos aspirar a convertirnos en una referencia en este aspecto. Se trata de creérselo. Por ello, las Directivas Estratégicas de Menorca tienen el tema energético como prioritario. No tiene ningún sentido tener la declaración de la Unesco sólo para poder vender la isla a los turistas. Estamos ante un error de base que hay que corregir, porque incluso entre los liderazgos políticos y económicos todavía hay quien no da más recorrido al programa MaB (Man and Biosphere, de la UNESCO) que el de crear una isla de postal para el consumo del sector terciario. Quizá son los mismos que ignoran que la reserva es de biosfera y no de la biosfera (y la no presencia del artículo, aquí, es fundamental para entender el concepto).
La transición energética, en Menorca, forma parte de esta voluntad de ser ambientalmente sostenibles. El debate sobre este tema está vivo en la isla. Esto es buena señal: quiere decir que las cosas se empiezan a mover. Además, el intercambio de ideas, de opiniones, es saludable siempre y cuando los participantes aporten elementos con criterio, sólidamente argumentados. Yo, que no los tengo, y soy plenamente consciente, como ciudadano concienciado de la necesidad de emprender este proceso de cambio de modelo energético, exijo ideas claras y fundamentadas a quien las vaya a dar. Así podré construirme una opinión personal, lejos de la arbitrariedad y de las pasiones, que me permita tomar decisions fundamentadas, cuando sea necesario.
Si no estoy equivocado, la controversia se centra, ahora mismo, en encontrar la incógnita de una ecuación que debe permitir combinar rentabilidad productiva con impacto paisajístico. El caso de Son Salomó pone sobre la mesa las dificultades que este proceso implica. Va bien que nos acostumbremos a hablar del tema, porque apenas empieza el cambio de paradigma y las dificultades irán apareciendo de forma progresiva. El debate, sin embargo, debe hacerse de manera civilizada. Me sorprende el tono que la polémica ha tomado estos últimos días en la prensa y, especialmente, la obsesión enfermiza que algunos tienen con el GOB, que no es, ni mucho menos, ninguna consejería de medio ambiente ni tiene competencias al respecto, sino que se limita a aportar argumentos rigurosos al debate.
En el caso concreto del parque de Ciutadella, los elementos que se han tenido que poner encima de la mesa son, por un lado, la garantía en la reversibilidad de las instalaciones fotovoltaicas para que el día de mañana se pueda desmontar sin que quede ningún impacto en el terreno. También, el hecho de que este parque no puede hipotecar la economía del sector primario, bastante importante en Menorca. Hasta ahora las placas solares han sido compatibles con los usos ganaderos, y esto debería seguir siendo así. Otro factor a tener en cuenta es el de las dimensiones. Desgraciadamente, hoy en día solo las grandes infraestructuras son rentables, lo que choca frontalmente con el impacto paisajístico. Quizás aquí puede haber cambios importantes en poco tiempo, porque los avances técnicos son enormes y se suceden vertiginosamente. Si se aprueba la ampliación proyectada en Son Salomó, sólo con este parque nuestra isla podrá producir el 20% de energías de forma limpia (el objetivo europeo para 2020, por cierto). La tecnología que conocemos actualmente descarta las pequeñas unidades (las que cada uno podría tener en la azotea de su casa, por ejemplo) porque el rendimiento que se obtiene es mucho menor. También, en relación a este último aspecto, hay que decir y denunciar que la legislación parece actuar al dictado de las grandes hidroeléctricas, porque impide el autoconsumo.
En Son Salomó, hay que añadir a todos estos factores el hecho de que la ubicación del parque es polémica por el impacto que tiene a nivel etnológico. A pesar de no haber una afectación importante a nivel ecológico o arqueológico (lo que no deja de ser extraño en una isla como Menorca), el patrimonio de construcciones de piedra en seco presentes en la zona es muy alto. Quizás el error es que aún, como sociedad, no hemos dado a estos bienes el valor que tienen y se merecen (y que sí reconocemos respecto del patrimonio medioambiental y el talayótico). La polémica de la que hablamos debe servir para poner aún más en valor las titánicas construcciones de pared seca que tatúan Menorca y que, en el norte de Ciutadella son tan abundantes. Una valoración, por cierto, que debe transformarse en figuras legales de mayor protección a que puedan acogerse. Y, después, habrá que ver cómo encajan todas las piezas del puzzle: placas solares y barracas de ganado; ovejas, piedras y watios.
Hacer la transición energética sin impactos es una quimera. Hay que ser conscientes de ello. La tarea, apasionante por otra parte, es la de diseñar el camino del cambio de la manera más sensata posible, minimizando sus efectos y garantizando la reversibilidad. Que este tema genere debate es una buena noticia, lo repito. Demuestra que los menorquines nos implicamos en el futuro de la isla. Y esto es siempre mejor que no dejar que sean otros quienes decidan en nuestro nombre.
EL AUTOR
Ismael Pelegrí, miembro del Institut Menorrquí d’Estudis, IME.
Este artículo fue publicado en el blog Xalandria el día 29/09/2016
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No puedo negar que me ha producido un gran impacto la foto del huerto de placas solares junto a una bellísima y perfecta construcción de piedra en seco. Leído el artículo sobre renovables, se me ocurren varios comentarios: primero, ya se puede contratar la luz con compañías verdes, que, aunque el suministro lo hagan las tradicionalmente protegidas por la ley, se comprometen a comprar el equivalente a nuestro consumo en energía sólo verde, lo que ya es una ventaja. La red sigue perteneciendo a las grandes, pero nos factura una compañía que mira por el medio ambiente.
Algo que me gustó en Menorca fue ver pequeños aerogeneradores individuales que supongo suministran energía para casas aisladas, y pienso en vuestros fuertes vientos y el alto rendimiento que podría dar un parque eólico, cuyo impacto visual me parece menos fuerte que el de los huertos de paneles solares.
Ya sé que la energía más limpia es la que no se consume, pero el derecho a ella es universal. Tanto la solar como la eólica no están totalmente libres de producir un efecto medioambiental negativo: una porque priva del sol a grandes superficies de suelo y la otra por su incidencia en las migraciones de aves.
Una vez dicho ésto, la visión de un huerto solar frente a la de un parque eólico, me hace menos daño a la vista.