
Algunos expertos advierten que en Menorca empezamos a sufrir los efectos de lo que se llama ‘presión difusa’. De manera más coloquial se suele decir que hay gente esparcida por todos lados. Cuando los humanos salimos de los lugares más habituales, y nos adentramos con frecuencia en zonas generalmente no habitadas, entramos en conflicto con valores frágiles. Si esto se convierte en hábito o en negocio turístico, puede provocar efectos importantes.
En los años setenta y ochenta, el GOB tuvo que montar un servicio de vigilancia sobre los residuales nidos de águila pescadora que quedaban en la Isla. Algunos especialistas venían a robar los huevos para coleccionistas foráneos y además la urbanización litoral de los años anteriores había hecho abandonar antiguos lugares de reproducción.
Sólo dos parejas nidificaban, en zonas vírgenes, y sólo una conseguía criar pollos. Si alguien se acercaba excesivamente, el adulto abandonaba el lugar y los huevos quedaban a merced de depredadores o bajo el riesgo de enfriarse excesivamente. De modo que la asociación se organizaba para evitar acercamientos voluntarios o involuntarios a los nidos.
El turismo que hay que promocionar -como alternativa al de todo incluido de sol y playa-, que busca mejorar las condiciones económicas y laborales de la gente que vive en la Isla, no debe confundir mostrar la Menorca más auténtica con llevar a la gente a lugares donde no pasa casi nadie. Este es el error.
Hoy vivimos un repunte de presencia humana en lugares delicados, básicamente derivada de un concepto mal entendido del turismo alternativo. El turismo que hay que promocionar -como alternativa al de todo incluido de sol y playa-, que busca mejorar las condiciones económicas y laborales de la gente que vive en la Isla, no debe confundir mostrar la Menorca más auténtica con llevar a la gente a lugares donde no pasa casi nadie. Este es el error.
Es una irresponsabilidad publicar guías animando y mostrando cómo llegar al último rincón tranquilo de costa, a las cuevas más recónditas o al barranco más inaccesible. Nos visita más de un millón de personas cada año. Es poco prudente conducir allí a la gente de manera constante. Porque en estos lugares es donde se refugia una biodiversidad que necesita poca presencia humana.
Estos lugares son los santuarios que, en muchas ocasiones, permiten que en el resto de la Isla se puedan ver con facilidad elementos naturales que le dan mucho valor. Si Menorca fuera un gran parque natural, gestionado con criterios de racionalización de los usos, estos puntos calientes de alto valor ambiental serían considerados como reservas naturales y se restringirían las visitas. Al contrario de lo que ahora se está haciendo.
No es válido trasladar todas las obligaciones a las administraciones públicas. Las empresas y personas que ganan dinero, tienen en su mano orientar los negocios de manera realmente sostenible y no sólo con una pátina de maquillaje biosférico.
Decía una de las personas con mayor criterio sobre turismo alternativo en la Isla, que la calidad del turista no se define tanto por su nivel económico como por la sensibilidad hacia el destino y su adaptación al mismo. El turista responsable entiende que lo animes a pasear por el Camí de Cavalls (que es un itinerario consensuado, que sirve para ordenar el senderismo), pero no necesita que lo lleves a ver dónde duermen los murciélagos en la cueva.
Ahora que es tiempo de otoño y se calmarán los ánimos turísticos del verano, es un buen momento para pensar en ello. Mientras la Isla se va tiñendo de verde y las lluvias dan vida a los árboles sedientos de una sequía que ha sido muy larga, ya han nacido las salamanquesas y dan los primeros pasos las pequeñas tortugas. Se han ido las golondrinas e irán llegando los petirrojos. Las primeras cruzarán África de arriba abajo, y los segundos vendrán del gran norte europeo que se irá helando.
Y al llegar a las puertas de la primavera próxima, a partir del mes de febrero, muchos animales prepararán de nuevo el ciclo de la reproducción. Y querrán tranquilidad y esperarán a que se abran caminos prudentes pero no que se abran todos los caminos. Que se visiten las playas pero no todas las pequeñas calas. Que la gente camine, corra o vaya en bicicleta por el Camí de Cavalls, pero no por los campos adyacentes.
En 2014 hubo cuatro parejas de águila pescadora que intentaron criar, pero sólo una lo consiguió. La fragilidad, por tanto, persiste. Conservar las cosas que se quieren pasa por saberlas cuidar, y ordenar la presión humana sobre los lugares de alto valor es un punto básico de la sostenibilidad.
Antes que plantearse limpiar mucho, hay que pensar en no ensuciar. Antes que tener que hacer planes de recuperación de especies amenazadas, se debe procurar no entorpecer sus lugares estratégicos.
EL AUTOR
Miquel Camps, coordinador de política territorial del GOB Menorca.
Este artículo fue publicado en la web de la entidad el día 10/10/2016
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