
Después de un proceso largo, que ha tenido tiempo incluso de pasar por diferentes zonas de turbulencias políticas, se ha acabado aprobando, en el Parlament de les Illes Balears, la Proposición de Ley de Menorca Reserva de Biosfera, presentada por el Consell Insular de Menorca. Hasta que la normativa que de ella emana no se aplique y veamos los resultados, no podremos ver hasta qué punto fueron o no justificadas las euforias, las indignaciones e, incluso, alguna de las indiferencias que se vivieron en el hemiciclo isleño el día primero de febrero.
No he leído los noventa y seis artículos, cinco disposiciones adicionales, cinco disposiciones transitorias, una disposición derogatoria y tres disposiciones finales que conforman esta propuesta de ley que busca «el establecimiento del régimen jurídico de protección , ordenación y gestión específico de Menorca en tanto que reserva de biosfera, declarada por la UNESCO el 7 de octubre de 1993». Por tanto, no he podido hacer un análisis que, entre otros aspectos, mi ineptitud en cuanto a los asuntos jurídicos, lo habría convertido en un ejercicio inútil. Aun así, creo que, sólo por el hecho de existir este marco legal, hay algunas observaciones contextuales que se pueden hacer.
Para empezar, cabe destacar que la isla, una vez más, dentro del marco administrativo restringido del que forma parte —una comunidad autónoma del Reino de España repartida en un archipiélago heterogéneo en todos los sentidos — ha actuado como sujeto político. No creo que lleguemos a ser, los menorquines, como tales, un Grupo Objetivamente Identificable, este concepto que el Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea ha puesto en circulación estos últimos días, pero sí que hay que remarcar la singularidad isleña respecto a la política territorial en relación con Mallorca, Eivissa y Formentera.
En este sentido, además de la Ley de Menorca Reserva de Biosfera, cabe citar la puesta en marcha otros instrumentos normativos, de entre los que destaca el nuevo PTI —el Pla Territorial Insular—, que veremos si llega a tiempo, es decir, antes de la contienda electoral de esta primavera: los caminos de los trámites administrativos suelen ser inescrutables y la noción del tiempo discurre de una manera diferente a la que utilizamos el resto de mortales. Todo ello demuestra la importancia que la «conciencia del paisaje» tiene entre los habitantes de esta isla. Es transversal y ha convertido en uno de los elementos que de una forma más clara vertebran la identidad colectiva de los menorquines.
Los habitantes de este pequeño territorio mediterráneo han demostrado su determinación a la hora de convertir el sitio donde viven en un espacio en el que esforzarse por unir desarrollo y sostenibilidad. Podríamos profundizar en el carácter antitético de este binomio, ya que se trata de dos conceptos opuestos si se utilizan en el contexto capitalista neoliberal en el que nos encontramos. Dejémoslo estar. Conformémonos con el hecho de que quizá de lo que se trata es de hacer que, al menos, el primero tenga el menor impacto posible en el segundo.
Pero me interesa centrarme en otro aspecto relacionado y que es, también, contradictorio: mientras se aprueban leyes destinadas a poner cordura en la explotación de los recursos naturales, se mantiene la apuesta decidida por parte de las instituciones isleñas por el modelo del monocultivo turístico. Las cifras del presupuesto que, por ejemplo, el Consell Insular destina a promocionarlo, lo evidencian, así como las predicciones que apuntan a una temporada en la que volveremos a batir todo tipo de récords.Ver, entender y aceptar que el monocultivo actual conduce a la isla a un callejón sin salida es complicado. Si sumamos los intereses de aquellos que cortan la mayor parte del pastel en este sector económico, empeñados en exprimir la teta hasta la última gota, se entiende la dificultad que existe a la hora de dar la vuelta a las dinámicas existentes.
Por esto, chirría el hecho de que no se acaben de imbricar en las políticas que se llevan a cabo en nuestra isla — demasiado centradas en el cortoplacismo que emana de los pocos años que dura una legislatura— los diferentes aspectos que prevén los modelos a largo plazo. Es desconcertante comprobar como gran parte del trabajo que se ha hecho, y el que resta, respecto de las Directrices Estratégicas de Menorca, las DEM, con qué se han de afrontar retos tan cruciales e inevitables a la vez cómo son la transición energética o la lucha contra el cambio climático, no se acaban de tener en cuenta a la hora de gestionar la actualidad isleña. Como si el hoy no condicionara el mañana al que habremos de afrontar.
Parece que el cambio de chip es complicado. Lo es, por ejemplo, para toda la población, que es mucha, que vive —o, mejor dicho, malvive— del turismo. Ver, entender y aceptar que el monocultivo actual conduce a la isla a un callejón sin salida es complicado. Si sumamos los intereses de aquellos que cortan la mayor parte del pastel en este sector económico, empeñados en exprimir la teta hasta la última gota, se entiende la dificultad que existe a la hora de dar la vuelta a las dinámicas existentes.
Pensando en el día de mañana, este es un lujo que no nos podemos permitir si queremos que Menorca sea un sitio dónde poder habitar. La cordura invita a no esperar a tomar medidas a última hora, cuando estas tendrán que ser necesariamente más drásticas, cuando una parte aún mayor de los efectos serán irreversibles. Ya lo dicen, que el sentido común es el menos común de los sentidos. La realidad se encarga de recordárnoslo constantemente.
Volviendo a la Ley de Menorca Reserva de Biosfera, cabe decir que, en el contexto contradictorio que acabamos de citar, este nuevo marco supone un camino esperanzador. ¿Que podría ser mejor, el texto que ha terminado aprobándose? Evidentemente ¿Que podría tener mucha más ambición? Sin ninguna duda ¿Que su efectividad dependerá de cómo se ponga en práctica? Es una obviedad ¿Que vamos tarde respecto a muchas cosas? Sí. Mucho. Pero, a pesar todo, es mejor hacer este paso, que va hacia adelante, que permanecer en el inmovilismo o, peor, retroceder, tal y como más de uno quisiera. Crear inercias es fundamental y, por mucho que el ritmo no sea el que a mí, personalmente, más me satisfaga, el rumbo que emprendió Menorca en 1993, con la Reserva de Biosfera, es el correcto, como lo es el hecho de que, muy despacio, continuamos manteniéndolo.
Hay que ser en este sentido —no hay más remedio — escépticamente optimistas . Detalles como , por ejemplo , el tratamiento que, de la noticia de la aprobación de la Proposición de Ley de Menorca Reserva de Biosfera, ha hecho el principal diario de la oposición isleña, me confirma que vamos por el buen camino. Lentamente, pero por el buen camino.
L’AUTOR
Ismael Pelegrí, miembro del Institut Menorquí d’Estudis, IME.
Este artículo fue publicado en el blog Xalandria el día 4/02/2023
Altres artícles d’opinó que et poden interessar
-
Miquel Camps reflexiona sobre la importancia de conservar el típico paisaje en mosaico de Menorca, formado por multitud de parcelas separadas por cientos de kilómetros de pared seca.
-
Pau Obrador hace un análisis del efecto de la crisis que ha provocado el la Covid-19 sobre el sector turístico. Uno de los sectores más afectados por la crisis del coronavirus.
-
Emili Pons i Carreras reflexiona sobre los logros del modelo turístico menorquín y los peligros que hacen que pueda morir de éxito: "Precisamente porque se ha salvado de la quema de las otras islas, ahora Menorca es observada, desde fuera y al margen de los intereses de la población, como la tierra prometida donde todavía se pueden hacer grandes negocios".
-
"Lo que hace falta es gestionar mejor la demanda turística de movilidad. Es decir, hay que poner límites al crecimiento desmedido de coches y buscar una gestión más ecológica de la movilidad. Hasta ahora estos esfuerzos han servido, sobre todo, para ordenar mejor espacios que antes eran caóticos."
-
Miquel Camps (GOB Menorca) reflexiona sobre las consecuencias del aumento del alquiler turístico en Menorca. Por un lado, está la gente que defiende que alquilar habitaciones o viviendas a los visitantes es una manera de hacer renta complementaria y de distribuir mejor el ingreso turístico. De la otra parte, hay quien recuerda que esto tiene consecuencias sociales y ambientales poco deseables.
-
Con este pequeño homenaje a la entidad ecologista de Menorca, Ismael Pelegrí, expone y agradece los beneficios que el ecologismo, la responsabilidad y la sensatez han supuesto por el patrimonio natural de la isla.
-
Todos somos microexpoliadores en el momento en hacemos uso de la naturaleza. Un artículo de opinión de Ismael Pelegrí, miembro del Institut Menorquí d'Estudis.
-
La "presión difusa" y un concepto mal entendido del turismo alternativo. Un artículo de Miquel Camps, coordinador de política territorial del GOB Menorca
-
Como afrontar el cambio de paradigma energético en Menorca. Un artículo de opinión de Ismael Pelegrí, miembro del Institut Menorquí d'Estudis.
-
Usos y abusos del Camí de Cavalls de Menorca. Un artículo de opinión de Ismael Pelegrí, miembro del Institut Menorquí d'Estudis.
-
El complejo debate sobre la sostenibilidad y la desestacionalización del turismo en Menorca. Un artículo de opinión de Miquel Camps, coordinador de política territorial del GOB Menorca.
Deja una respuesta