Menorquines lejos de la isla
Un repaso a cinco grandes emigraciones de isleños por medio mundo
El gran filólogo y romanista catalán Joan Coromines (1905-1997) dejó escrito su titánico trabajo de investigación y de divulgación de la lengua catalana por medio de obras de miles de páginas, como el Onomasticon Cataloniae (ocho volúmenes) y el Diccionario etimológico y complementario de la lengua catalana (nuevo volúmenes), pero también con pequeños opúsculos. Es el caso de Lo que hay que saber de la lengua catalana, un librito publicado originalmente en EEUU y en inglés para los Juegos Florales de Nueva York del 1951. A pesar del reducido número de páginas (un centenar) para repasar el origen y la evolución del catalán, sorprende el generoso espacio que dedicó a dos episodios de la historia de la lengua relacionados con Menorca: la emigración en masa de isleños hacia Argelia en busca de trabajo, a mediados siglo XIX, con la familia materna del Nobel de Literatura Albert Camus como referencia tópica; y la compacta marcha de un millar de colonos menorquines hacia la Florida americana, en 1768, con el cura Pere Camps como eje central. Desde que Coromines escribió el texto, el conocimiento de estos dos singulares y ya míticos fenómenos migratorios ha aumentado exponencialmente, y en paralelo se han estudiado algunos otros, más o menos conocidos, de aquellas mismas fechas y causas.

Los ‘minorkeens’ de Gibraltar
En el contexto de la guerra de Sucesión al trono hispánico al principio del siglo XVIII –una verdadera conflagración internacional entre potencias europeas de la época–, tropas inglesas ocuparon en nombre de Carlos de Austria el peñón de Gibraltar (1704) y la isla de Menorca (1708). Mediante el tratado de Utrecht (1713), que sobre el papel ponía fin al conflicto, Inglaterra consiguió retener bajo su soberanía las dos plazas mediterráneas, que se convirtieron en dos puertos y fortalezas de primera magnitud. Esta estrecha vinculación entre la isla y el peñasco a lo largo de un siglo (con algunas interrupciones en el caso de Menorca) fue mucho más allá de la obvia relación militar y mercantil, y se dio también en el terreno demográfico, dado que cientos y cientos de menorquines optaron por ir hasta Gibraltar por motivos laborales desde mediados siglo XVIII hasta el primer tercio del XIX. Desde la década del 1730, el goteo de menestrales, curas, marineros y corsarios del arrabal del Castillo de San Felipe y de Maó fue constante, con picos según las vicisitudes de la isla (cambios de dominio y ocupaciones), las penurias económicas, los intermitentes booms de población, las destrucciones periódicas de s’Arraval… En el primer censo de civiles fiable de Gibraltar, en 1777, ya constaban 64 menorquines establecidos (2% del total), una cifra que se amplía a 184 en 1791 (6,2%) y 410 en 1816 (3,58%), catorce años después de la vuelta de Menorca a la órbita de Madrid. Y es que el ir y venir de menorquines a Gibraltar se alargó más allá de la retrocesión de la soberanía en 1802 y, de hecho, no se apacigua hasta la aparición de la gran emigración de isleños hacia la Argelia francesa.
Más información: Martí Crespo (2018): Els ‘minorkeens’ de Gibraltar. PAMSA-IME, Barcelona.

Los ‘mahonnais’ de Argelia
Cuando en 1802, a raíz del tratado de Amiens, Menorca pasó definitivamente en manos españolas, el choque económico y social en la isla fue importante. La abolición de los fueros y privilegios históricos y la imposición del nuevo orden centralista borbónico, junto con la introducción de nuevas imposiciones aduaneras y fiscales sin respetar ningún período de transición, lograron hacer olvidar rápidamente el crecimiento experimentado durante el período británico. El estallido de las guerras napoleónicas, con España inicialmente decantada por Francia, y la inflación posterior arruinaron la economía de la isla, esclava a la vez del aumento demográfico del siglo anterior. Sin salidas laborales en casa, muchos menorquines respondieron a la llamada de Francia para colonizar la ciudad de Argel a partir de 1830, a tan sólo 196 millas al sur de Maó. Aquel mismo año empezaba un vínculo histórico entre Menorca y Argelia que no se rompería hasta la independencia del país, en 1962. Las cifras de esta emigración son abrumadoras: si en 1818 se contaban 37.114 habitantes en Menorca, en 1847 eran 29.851: casi diez mil personas emigraron espontáneamente o organizadamente aquellos primeros años de colonización, para establecerse alrededor de la capital. En 1850, de hecho, varias familias mahonesas (como se les conocía) fundaron el pueblo de Fort-de-l’Eau (la actual Bordj El Kiffan), el principal núcleo de una comunidad bastante numerosa y cohesionada para transmitir la lengua y cultura propias a las generaciones posteriores. En 1885, el canciller del consulado general de España en Argelia, Francesc Truyol, calculaba que había unos veinte mil menorquines en Argelia, muchos ya nacidos en la colonia francesa. Después de las primeras etapas migratorias, el flujo de emigrantes se fue reduciendo hasta bien entrado el siglo XX, cuando con la Guerra Civil española hubo una nueva ola de llegadas. En un doble tirabuzón migratorio, la mayoría de los descendientes de los mahonnais de Argelia tuvieron que dejar atrás el norte de África en 1962 para establecerse, principalmente, en el Languedoc-Rosselló.
Más información
– Marta Marfany (2002): Els menorquins d’Algèria. PAMSA-IME, Barcelona.
– Marta Marfany. L’emigració menorquina a Algèria al segle XIX. Edicions Documenta Balear.
El escritor Albert Camus, con siete años, en la carnicería de su tío, sentado en el centro de la imagen, vestido de negro. Argelia, 1920.
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Los ‘minorcans’ de Nova Orleans
Aunque la época de vacas flacas en Menorca del principio del siglo XIX empujó mucha gente a hacer las maletas hacia Argelia, hubo unos cuantos que se embarcaron en busca de una vida mejor al otro lado del Atlántico. Nueva Orleans, uno de los principales emporios comerciales de América del Norte, fue el puerto de acogida. Fundada por los franceses en 1718, la compra un siglo más tarde (1803) de la Louisiana por los nacientes Estados Unidos conllevó una explosión demográfica sin parangón en aquellas latitudes hasta convertirse en el primer puerto esclavista de América del Norte y la tercera ciudad del país en 1840, con más de cien mil habitantes. En esta urbe con flujo constante de mercancías y población, muchos menorquines encontraron un buen destino laboral. El historiador de Ciutadella Marc Pallicer calcula que en 1860 en Nueva Orleans podía haber ya un mínimo de trescientos o cuatrocientos menorquines establecidos, empleados como camareros en saloons y comercios, o bien dedicados a la pesca. Un año después, el 12 de abril de 1861, comenzaba la sangrienta guerra de Secesión en EEUU, y aquella nada desdeñable comunidad insular de la ciudad más importante en territorio rebelde se vio implicada. Englobados en una milicia urbana, la Brigada Europea de Nueva Orleans, una buena parte de aquellos menorquines participaron en el conflicto (1861-1865) en el bando confederado, y se significaron especialmente en la tarea de evitar la destrucción de la ciudad.
Más información:
– Marc Pallicer (2018): Els menorquins de la guerra civil nord-americana (1861-1865). Círculo Rojo.
– Marc Pons. Els catalans a la revolució americana

Els ‘minorcans’ de la Florida
La comunidad menorquina de Nueva Orleans no era la primera que se había establecido en América del Norte. Un siglo antes, en 1768, un compacto grupo de 1.093 colonos provenientes de toda la isla habían embarcado, junto a cuatro centenares de griegos, corsos e italianos, a los barcos del doctor escocés Andrew Turnbull para ir a trabajar a su futura plantación de algodón y cáñamo de New Smyrna, en la costa de los Mosquitos de la Florida, entonces territorio británico como Menorca. Las infernales condiciones climáticas y sanitarias, junto con un trato laboral próximo a la esclavitud, convirtieron la estancia en una pesadilla de enfermedades, hambre y muerte. La situación no se pudo cambiar hasta el 1777, cuando con la protección del gobernador británico Patrick Tonyn los supervivientes lograron huir de la terrible colonia agrícola y se trasladaron en masa en la ciudad de Saint Augustine, a un centenar de kilómetros al norte, donde aún residen sus descendientes. A diferencia de los menorquines de Nueva Orleans (y de Gibraltar), los minorcans de la Florida (como los mahonnais de Argelia) conservaron el mahonese un siglo y medio, y actualmente quedan los apellidos y muchos elementos de la cultura material, especialmente en el ámbito de la artesanía y la cocina. Además de expresiones catalanas fosilizadas, doscientos cincuenta años después a Saint Augustine se enorgullecen de platos como las fromajadis, los crospells y el arroz con pescado, y también reclaman como herencia menorquina una clase de guindilla que sólo se da en esta ciudad, llamado dátils
Más información: Philip D. Rasico (1987): Els menorquins de la Florida: història, llengua i cultura. PAMSA-IME, Barcelona.

Los ciutadellencs de Córdoba
Los menorquines del pasado no sólo tuvieron Norteamérica como destino. En las últimas décadas del siglo XIX, una nueva crisis económica (que afectó duramente la pujante industria del calzado) empujó a muchos isleños a buscar nuevos horizontes laborales hacia el sur del continente. La ciudad argentina de Córdoba, por ejemplo, comenzó a recibir en 1886 familias de Ciutadella que, gracias al efecto llamada, ya sumaban al principio del siglo XX más de tres mil personas, entre emigrantes de primera generación y descendientes. Se dedicaron principalmente a los oficios de zapateros y panaderos, y una parte considerable se reunieron desde 1908 en una entidad benemérita llamada La Protectora Menorquina. Con un nombre similar, El Menorquín, se conocía también una revista fundada por el impresor de Ciutadella Antoni Cursach Truyol en Buenos Aires en 1921, con mucha información dedicada a la colonia de Córdoba. Gracias a esta potente comunidad menorquina, las ciudades de Ciutadella y Córdoba decidieron hermanarse en 2007, a pesar de los doce mil kilómetros de distancia que las separan.
Más información: Unos cuantos autores (2008): La Menorquina. Cien años de vida asociativa en Córdoba (1908-2008). Govern Balear.

EL AUTOR
Martí Crespo es filólogo y periodista. Ha trabajado y colaborado en numerosos medios como Ara, Avui, El Temps, Sapiens y VilaWeb, y es autor de los libros Esclavos de Hitler (2014) y Els ‘minorkeens’ de Gibraltar (2018).
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Historia de Menorca La Menorca que encontró el rey Alfonso III ¿Cómo era la Menorca que se encontró Alfonso III? ¿Cuánta gente vivía en la isla antes de la conquista cristiana? ¿Qué lengua hablaban? ¿Qué se pasó con los menorquines anteriores a la conquista islámica? ¿Realmente los menorquines que habitaban la isla en 1287 fueron […]
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¿Cómo era la Menorca que se encontró Alfonso III? ¿Cuánta gente vivía en la isla antes de la conquista cristiana? ¿Qué lengua hablaban? ¿Qué se pasó con los menorquines anteriores a la conquista islámica? ¿Realmente los menorquines que habitaban la isla en 1287 fueron sustituidos de forma absoluta por gente procedente de Cataluña?
Sans doute un des mes ancètres !
Bon reportatge Martí! El poble menorquí és un poble d’aventurers que mai ens deixarà de sorprendre!